Lúdica, rebelde y bohemia
El Arquitecto y El Emperador
de Fernando Arrabal
Un arquitecto y su mentor, un emperador asirio caído del cielo en una isla desierta, intercambian personalidades y asumen roles, hasta que, tras un juicio, el emperador pide al arquitecto que lo devore a su muerte. Cumplida la ceremonia, el arquitecto se convierte en emperador. Correrá asustado al ver caer desde el cielo a un arquitecto.
La vida maravillosa e ideal en un lugar perdido e inalcanzable, no es más que una metáfora tanto sobre el individuo como de una sociedad conformista que no va en busca de los valores más altos como la filosofía, la justicia, sino cayendo cíclicamente en las mismas historias. Fernando Arrabal
El Grupo Teatral Séptimo Piso, en el marco de la celebración de sus 15 años de vida artística presenta El arquitecto y el emperador de Asiria, una obra original de Fernando Arrabal. Dirigida por Dairo Piñeres la obra se presenta hasta el 23 de enero en la sala Horacio Peterson de la Universidad Experimental de las Artes Unearte, con entrada libre.
Fernando Arrabal es el autor de un teatro genial, brutal, sorprendente y gozosamente provocador. Un provocador dramatúrgico donde la chatarra de nuestras sociedades “avanzadas” se carboniza en la pista festiva de una revolución permanente. Hereda la lucidez de un Kafka y el humor de un Jarry; por su violencia se emparenta con Sade o con Artaud. Pero es probablemente el único en haber llevado tan lejos la irrisión. Gozosamente lúdica, rebelde y bohemia, su obra es el síndrome de nuestra época de alambradas: una forma de mantenerse alerta.
La acción narra la llegada de un personaje civilizado –tras un accidente aéreo- a una isla y su encuentro con el único habitante de ella, un salvaje que ni siquiera habla. Fernando Arrabal nos presenta una obra llena de diálogos surrealistas, llevándonos a un mundo irreal, una isla perdida y aislada a la que llamó Asiría, donde sus personajes igual de perdidos y aislados, pasan el tiempo jugando a ser otros, nunca llegando a ser verdaderamente alguien y a la vez siendo muchos, la lucha constante del hombre debatiéndose entre lo que quisiera ser y lo que es, el hombre en busca de dios y de si mismo, tratando de ocultar su interés por la aprobación de los demás, huyendo de una pesadilla, evadiendo su realidad y anhelando un sueño, algo mítico, inmortal y fantástico. Los hechos transcurren de manera cíclica, reiterando que el problema del ser humano no termina con la muerte, sino que revive en cada individuo.
Es indudable que Arrabal ha cambiado la escena del teatro mundial. Sublimando su propia biografía, la complica con episodios disparatados del teatro del absurdo y la crueldad o del dadaísmo tardío. El resultado es una ceremonia con todo su valor ritual, que devuelve al teatro su condición de espectáculo. Por debajo del caos aparente, laten inquietudes políticas, religiosas o humanas de verdadera trascendencia.
En esta obra maestra de Arrabal, se encontrarán con las impecables actuaciones de Moisés Berroterán y Luis Vicente González. Ambos histriones del Grupo Séptimo Piso, bajo la dirección de Dairo Piñeres y la Producción de Carlos Chacón, con el vestuario y el concepto escenográfico de Carlos Díaz.
El Arquitecto y El Emperador de Asiria
Hasta el 23 de enero
Miércoles a Sábados a las 7pm y Domingos a las 6pm
Unearte, Sala Horacio Peterson
direcciones >>Tomado de:
Grupo Séptimo Piso, vía El Noticiero Cultural /
Teatro Español Contemporáneo (Siglo XX)El Teatro de Fernando Arrabal
Su primer teatro será absurdo, infantil e ingenuo. Hacia 1952 escribe Pic-Nic, sobre dos soldados que disparatan de la guerra hasta que un proyectil los elimina. Dos años después redactaría El triciclo (1955); En 1954 marcha a París, Francia será su residencia casi habitual. Compone Fando y Lis (1956), Ceremonia por un negro asesinado (1956), El laberinto (1956), una obra kafkiana, Oración (1957), y cierra esta fase El cementerio de automóviles (1957).
Hacia 1957 comienza el teatro prepánico. Se inicia con Orquestación teatral (1957), que, desde 1967, se llamaría Dios tentado por las matemáticas. Se estrenó en 1960. Como Los cuatro cubos, de ese mismo año, las dos obras consisten en apuntes y acotaciones sobre movimientos escénicos y armonías cinéticas, herederas del dadaísmo más creativo. Luego, escribe Los amores imposibles (1957), Concierto en un huevo (1958), La primera comunión (1958), La bicicleta del condenado (1959-60)
En 1962 se crea el movimiento Pánico, un año después de el autor conociese a André Breton. Forman el grupo Fernando Arrabal, el francés Roland Topor (1938) y el chileno Alejandro Jodorowsky (1930), mezclando, entre otras tendencias, residuos del surrealismo con elementos dadaístas. El teatro Pánico se explica como ceremonia, ritual para contactar con una realidad superior. Como parte de este movimiento, Arrabal crea las obras: El gran ceremonial (1963), La coronación (El lay de Barrabás) (1963), La juventud ilustrada (1966), ¿Se ha vuelto Dios loco? (1966), y Una cabra sobre una nube (1966).
La obra maestra de Arrabal será El arquitecto y el Emperador de Asiria (1966). Luego presenta Ars Amandi (1967) y concluye El jardín de las delicias (1967) tras su detención, por escribir una dedicatoria blasfema. Esta obra cierra el periodo pánico y abre el pánico-revolucionario, social y abierto a la colectividad: Bestialidad erótica (1968), Una tortuga llamada Dostoievski (1968). Con el encarcelamiento de Arrabal en España, un teatro político de compromiso se reflejará en obras como La aurora roja y negra (Mayo de 1968), colección de cuatro cuadros de tema anarquista. El año se cierra con Una naranja sobre el monte de Venus (1968). En ...Y pusieron esposas a las flores (1969) varios presidiarios encarnan personajes históricos o artísticos y proyectan su situación. Continua con Bella Ciao (1970).
Fernando Arrabal será durante 1969 el dramaturgo contemporáneo más representado.
Su obra El cielo y la mierda (1970) abre una nueva fase. La gran revista del siglo XX (1971) ofrece siete cuadros con personajes políticos contemporáneos. De este mismo año será su primera película Viva la muerte (1971). Al año siguiente escribe su Carta al general Franco (1972) y, un año después, su obra de teatro La marcha real (1973) y su segunda película Iré como un caballo loco (1973).Expresa su dolor de exiliado en En la cuerda floja (Balada del tren fantasma) (1974), Jóvenes bárbaros de hoy (Ruedas de infortunio) (1974). Un año después prepara el ballet La gloria en imágenes, y su película El árbol de Guernica (1975).
Desde 1975 practica la caricatura y desmitificación de personajes carismáticos y líderes políticos o religiosos. Muerto Franco, escribe Oye, Patria, mi aflicción (La torre de Babel) (1976) con la ilusión de presentarla en España, donde fue prohibida. De este mismo año es El cielo y la mierda II (1976). De 1977 son tres obras de Teatro bufo: Róbame un billoncito, Apertura Orangután y Punk y Punk y Colegram, con rasgos de vodevil. En esta línea escribe El rey de Sodoma (1979), Inquisición (1980), El triunfo extraordinario de Jesucristo, Karl Marx y Willian Shakespeare. (El hombre del sombrero de porcelana) (1982), Levántate y sueña (1982), Los borregos llegan en zancos a toda mecha (1982), Tormentos y delicias de la carne (1983), La ciudad cuyo príncipe era una princesa (1984).
Su teatro de la serenidad buscará ahora la armonía interior, la sexualidad u homosexualidad obsesiva y la presencia de lo místico: Breviario de amor de un halterófilo (1984), Apokalyptica (1984), La carga de los centauros (1984), La travesía del Imperio (1985) que tiene aire de ciencia-ficción, Una doncella para un gorila (1986), La Princesa Pitusa (Las cucarachas de Yale) (1986). Luego, escribe la comedia burlesca revolucionaria La noche también es un sol (1989), el monólogo Como lirio entre espinas (1990), La estrepitosa risa de los Liliputienses, y Carta de amor (Como un suplicio chino) (1999).
Su obra es motivo de polémicas, debido a una penosa incomprensión. Se ha dicho que obedecía al teatro francés y no al español, lengua en lo que aún no leemos la totalidad de su producción.