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F.Arrabal y su circunstancia


Arrabal y su circunstancia ...lacerante actualidad


MARIANO LÓPEZ SANTIAGO

La Nueva España

Sin duda Fernando Arrabal es el dramaturgo español con mayor proyección exterior... Su vida está marcada por la tragedia de su padre, que, huido de una cárcel franquista, desapareció sin ulterior noticia. En el plano artístico, en sus comienzos, se inclina por un teatro del absurdo, pasando en el inicio de los años sesenta al grupo surrealista de André Breton y al final funda con Jodorowsky y Topar el movimiento denominado «Pánico». Como decía antes, su biografía constituye la principal materia dramática, recordemos la admirable obra que se representó en el teatro Jovellanos «Cartas de amor» y su profunda devoción por su madre.

Se ha dicho que su peculiar arte escénico se caracteriza por el predominio de las fijaciones e imágenes oníricas, su carácter marcadamente psicodramático que explica en parte su éxito en sociedades como la americana y la japonesa, su acentuación de la relación sádica en los personajes y la tendencia a la ceremonia y al teatro total. Ahora bien, bajo ese aparente caos e incomprensión late una profunda inquietud moral.

La obra «Fando y Lis» la escribió en su juventud, en el año 1955, y es curioso que el nudo principal, un caso de violencia de género, cobre en la época actual lacerante realidad. La obra en sí tiene todas las características antes descritas, bajo una atmósfera de intemporalidad cinco personajes se afanan por buscar un lugar utópico y alcanzar la felicidad, pero siempre su deambular les lleva al mismo sitio. El eterno retorno. Es la aspiración del hombre por conseguir una meta que le conduzca a la paz interior y todo ello como se manifiesta en la obra evidenciando las desventuras que acompañan al ser humano: sus contradicciones, su incomunicación, la brutalidad y el egoísmo, etcétera. Cierto es que el teatro de Arrabal, como ocurre en esta obra, puede resultar displicente. En otras manifestaciones artísticas, las pinturas lúgubres de Solana o los aguafuertes de Goya en sus «Desastres de la guerra», se evidencia una realidad de la naturaleza humana que no nos puede resultar extraña. La directora de la obra, Marisa Pastor, ha sabido sintonizar perfectamente con la intencionalidad de Arrabal y realiza los momentos más angustiosos de la misma con sensibilidad. Bien es cierto que la colaboración de todo el elenco artístico es realmente notable, con la escena final acompañada con el «Canto a la vida» de Verdi. El teatro de Arrabal, y creo que su propia personalidad, nunca podrá resultar indiferente; pero en toda su obra literaria, como decía anteriormente, late una aspiración moral