Paloma Barriga Olarte
Lenguaje II.
Colombia
26 de mayo de 2010
Mi Propio Fernando Arrabal
"...Al empezar a escribir esto, me siento llena de cosas entre las cuales no están las palabras. Así que probablemente en los momentos más emotivos de mi escritura la torpeza con las letras aparezca. Si quisiera evitarla, tendría que conducir por un pequeño hilo lo que tengo que “decir”, entonces probablemente se entendería mejor, aparentemente podría transmitir un mensaje definido. Sin embargo, hay momentos en los que la mente, los sentimientos, experiencias, pasados y presentes se mezclan sin tiempo: todo lo que se recorre en el camino de repente se enreda en un mismo punto. Por eso en esos casos lo mejor no creo que sea conducir por un fino hilo, sino vomitar lo que se tiene, como salga, que ya afuera cada quien lo puede organizar como quiera.
Luce, le dijo a Arrabal: Tú vida: esa es tu mejor obra. Y en realidad es así y muy probablemente no pueda ser de otra manera. Por eso la obra de Arrabal es tan fuerte, tan llena de todo a tal punto que le es posible transmitir aquella emoción con la que la hizo. Mas no exclusivamente con Arrabal, sino con todo el mundo. Con cualquier persona que al expresarse lo haga apasionadamente; porque ahí ya no importa si es bueno o no, o negativo cualquier otra característica. Considero que escribir sobre Arrabal en sí mismo es una labor compleja y tal vez un poco inútil. Lo que se debía decir está bastante claro y explícito (a veces demasiado), de manera que lo que voy a contar no es de Arrabal, es acerca de mí misma. No encuentro otra forma de digerir a Arrabal y mostrar su influencia en mí y el entendimiento de su obra. Estoy segura que hay mucho, demasiado que decir acerca de Fernando Arrabal y su obra, pero para mí, no en este momento. ¿Hablar de su biografía y de cómo sus obras están llenas de sus eventos más marcantes? ¿De lo mucho que se caga en todo lo que quiere? Creo que todo eso ya se conoce lo suficiente como para volver a escribir los mismos datos. ¿Qué se puede contar de Arrabal, si no es de cómo ha sido él en mí, de la relación implícita que uno crea con él en el instante en el que empieza alguna de sus obras? De la llamada “calidad” de este escrito no aseguro nada, sólo de la abierta y plena sinceridad.
La cosa es que con Arrabal, eso es lo mejor que se puede hacer: recibir, acumular, entre tanto chocarse, procesar, juntar todo y luego dejar que salga. Esa es creo que la mejor forma que el resultado puede adquirir, está dentro de sí pero no marcada por sus límites físicos.
Creo que pocas otras veces, por no decir ninguna, me ha chocado algo como lo ha hecho Arrabal. Sus películas me han disgustado, molestado, a un nivel profundo y fino. Y al mismo tiempo pocas otras cosas me han conmovido e inspirado de tal manera. El gusto particular se encontró con lo inevitable: la obra de un genio imposible de negar. Claro que a veces la palabra “genio” me parece poco apropiada suena como a poesía forzada. Más bien se puede hablar de alguien con una sensibilidad y pasión tan grandes que no están en la misma frecuencia que las del resto de la gente.
Desde el primer momento no me gustó, pero entonces inició en mí una cadena de pensamientos y sentimientos movidos por la gran carga que entrega Arrabal en cada una de sus obras. En todo caso, no pasó desapercibida. Me impactó y considero que con una obra de arte eso es de lo más importante.
Desde hace muchos años, he encontrado que algunos de los aspectos más “normales” en la sociedad en general me parecen sin sentido. La cosa es que contrario a Arrabal, hasta ahora no he podido vomitarlo de la manera como él lo ha hecho. Se han acumulado dentro de mí por muchos años. Y desde que soy relativamente consciente de eso de alguna forma he tratado de sacarlos, y lo he hecho, pero no como lo sueño. De todas maneras, creo que el camino que me queda es largo y todavía tengo tiempo de hacerlo; porque constantemente vienen a mi cabeza recuerdos de momentos en los que me han marcado y que cuando llegan dentro de mí todo se revuelve. El problema es que a veces no encuentro la manera de cagarme en eso como debería.
Evidentemente y como ya lo había dicho antes, la obra de Arrabal se basa en sus momentos más impactantes. Mejor dicho en sus pasiones y con esta palabra no me refiero particularmente a sus gustos, sino a aquello que internamente más lo ha removido.
Obras tan absurdas como las de Arrabal, sólo pueden ser producto de alguien completamente observador. De un observador de la vida, del tiempo y conocedor de aquello que más tiene influencia en el mundo en el que se vive. Partiendo de ahí, no antes, puede conocer el funcionamiento de cada cosa para así poderla desbaratar y volverla a armar a su manera; la arrabaliana, sería la honesta, la de las no mentiras.
Sobre los lugares llamados “colegios”
En el caso de Arrabal, es importante notar que aquello que destroza es probablemente aquello de lo que más conoce. Pues bien, si pretendo hablar de mi experiencia lo mejor que puedo decir es que creo que eso me sucede con los colegios en Bogotá. Después de haber causado ciertos revuelos en una larga lista de “instituciones” y de haber analizado tal situación a medida que pasaba el tiempo, me siento en capacidad de contar las conclusiones que he sacado.
Hasta ahora, la cobardía me ha ganado muchas veces, pero cuando a uno algo le hierve por dentro, se llega a un momento en el que eso explota y la cobardía se desvanece. La pasión encuentra sus formas de hacerse camino hacia el exterior. Y lo que me parece maravilloso de Arrabal, es lo que ha generado en mí a partir de lo mucho que me ha disgustado parte de su obra. Tal vez si hubiera sido algo de mi gusto que no me choque como esto, no estaría ahora escribiendo así con torpeza y sinceridad, sino haciendo un análisis relativamente superficial de las películas vistas. Por ahora lo único que me resta es hablar de mi propia experiencia. Hacer mi propio exorcismo.
Habiendo sido desde pequeña una de las mejores alumnas académicamente y una de las regulares en disciplina, me harté de los colegios desde casi la misma fecha. Al graduarme, tenía en mi lista ocho colegios en los cuales nunca había estado realmente contenta. Todos me parecían de lo más ridículo que se han inventado. La verdad es que todavía, ahora que ya no tengo ningún contacto con ellos, casi todos los colegios me siguen pareciendo estúpidos. Falsos. Llenos de basura y de agujeros. Si como Arrabal, yo dijera en qué me cago, bueno pues me cago en los colegios y no cambiaría ni omitiría ninguna de sus letras. Aunque verdaderamente no es en los colegios mismos, sino más bien en el sistema educativo tan sin sentido, tan absurdo que hay, por lo menos acá en Colombia.
En el momento planetario actual, todo se revuelve, todo se confunde, todo pierde su valor inicial y se borra de la memoria. A mi parecer, la verdadera misión de los colegios no es más que incentivar la libertad y la expresión en los niños, pero su efecto es completamente contrario. Claro que al basar todo el sistema de vida en la velocidad y el “éxito”, no hay más que esperar semejante situación de los lugares donde se educa a la gente prácticamente desde que nace. Claro que, en medio de todo son coherentes; estos lugares están llenos escritos (como la “misión” y “visión”) que como Cantinflas no dicen nada y exactamente lo mismo pasa en su cotidianidad: nada. Eso es algo para resaltar, porque qué más importante que ser consecuente, no?
Los colegios para mí, son las tijeras más grandes, potentes y en cierto modo implícitas que hay ahora. Lo peor de todo es que no están afiladas, porque tratan de cortar pero con cada corte hacen más daño y dejan lastimado al sujeto. En este momento, no encuentro posible convivir con ese tipo de vida, que además creo después de una corta experiencia, que se tiende a extender hacia las universidades grandes, pero esa es otra rama lo bastante extensa como para darle relevancia por sí sola.
Arrabal vive tranquilo, eso me parece su mirada. Para eso no veo otra explicación que su misma obra y el hecho de haberla usado tan fuertemente para vomitar todo aquello que tenía guardado.
Los colegios, llenos de limitaciones estúpidas, imponen no proponen un tratamiento de este tipo para los jóvenes a quienes parecieran introducirles esta clase de no – información en el cerebro como quien pega un documento en un disco duro. Lo peor, es que con cada año que pasa la cosa es más grave, porque a nadie (muy muy pocos) pareciera molestar. Como si nadie sintiera el peso del automatismo en sus morrales de rueditas.
Por mi parte y aún sin saber por qué, siempre caí en cursos no muy queridos por profesores y directores. Y por lo mismo, fui testigo de grandes y ridículas injusticias llenas de nada, sólo de mentiras.
Pero bueno, al escribir esto me he llenado de cierto valor, de ese algo que hace que ya no pueda tener para mí sola lo que he vivido y me hace arriesgarme a escribir algo que al empezar esto no me sentía capaz de hacer.
La siguiente, no es más que una escena real, absurda y desde mí sentir, mutiladora del ser humano. Desde ahora pido perdón, pues la esencia de esta escena está en lo verdadera que es, ya que prácticamente como se escribe fue que sucedió. Es más bien como una memoria, un documento de algo que no se me ha borrado y que por el contrario, cada día me parece más vívido en mi mente. Sin embargo, no fue un caso que me sucedió a mí directamente, sino a compañeros y personas con las que estuve en el mismo ambiente. Claro que es casi como si yo hubiera sido la protagonista, pues son tantas las historias que tengo acerca de eso que ya no sé muy bien cuáles viví yo en persona y cuáles no. Creo que estas escenas son de las más absurdas que he presenciado, de las que más me han impactado. Son absurdamente reales, como la que decidí escribir. Lo único, es que es escrita a través mío, a través de mi filtro; yo que he visto ese sistema desde hace tanto tiempo como algo estúpido y lleno de historias, ahora yo soy la que la escribe desde lo que soy yo.
¿Qué tan aburrida pueda ser al leerse? La verdad no sé y creo que su mayor valor no reside ahí sino en las razones que con tanta rabia en mi corazón ya he descrito. Creo que tal como lo he percibido en Arrabal, ahora yo necesito hacer ese exorcismo. Exorcismo de algo que ha estado hirviendo en mí durante ya mucho tiempo para seguir guardado.
De la obra de Arrabal, en realidad no conozco tanto como siento que debería para hablar sobre él de cierta manera, así que por lo mismo no puedo decir que mis escritos tienen directa influencia de su “pánico” o de su “absurdo”. Sólo sé, que Arrabal como nadie me ha causado una gran remoción y que el resultado de mis escritos no es más que lo digerido e instintivamente vomitado a partir de él..."
Luce, le dijo a Arrabal: Tú vida: esa es tu mejor obra. Y en realidad es así y muy probablemente no pueda ser de otra manera. Por eso la obra de Arrabal es tan fuerte, tan llena de todo a tal punto que le es posible transmitir aquella emoción con la que la hizo. Mas no exclusivamente con Arrabal, sino con todo el mundo. Con cualquier persona que al expresarse lo haga apasionadamente; porque ahí ya no importa si es bueno o no, o negativo cualquier otra característica. Considero que escribir sobre Arrabal en sí mismo es una labor compleja y tal vez un poco inútil. Lo que se debía decir está bastante claro y explícito (a veces demasiado), de manera que lo que voy a contar no es de Arrabal, es acerca de mí misma. No encuentro otra forma de digerir a Arrabal y mostrar su influencia en mí y el entendimiento de su obra. Estoy segura que hay mucho, demasiado que decir acerca de Fernando Arrabal y su obra, pero para mí, no en este momento. ¿Hablar de su biografía y de cómo sus obras están llenas de sus eventos más marcantes? ¿De lo mucho que se caga en todo lo que quiere? Creo que todo eso ya se conoce lo suficiente como para volver a escribir los mismos datos. ¿Qué se puede contar de Arrabal, si no es de cómo ha sido él en mí, de la relación implícita que uno crea con él en el instante en el que empieza alguna de sus obras? De la llamada “calidad” de este escrito no aseguro nada, sólo de la abierta y plena sinceridad.
La cosa es que con Arrabal, eso es lo mejor que se puede hacer: recibir, acumular, entre tanto chocarse, procesar, juntar todo y luego dejar que salga. Esa es creo que la mejor forma que el resultado puede adquirir, está dentro de sí pero no marcada por sus límites físicos.
Creo que pocas otras veces, por no decir ninguna, me ha chocado algo como lo ha hecho Arrabal. Sus películas me han disgustado, molestado, a un nivel profundo y fino. Y al mismo tiempo pocas otras cosas me han conmovido e inspirado de tal manera. El gusto particular se encontró con lo inevitable: la obra de un genio imposible de negar. Claro que a veces la palabra “genio” me parece poco apropiada suena como a poesía forzada. Más bien se puede hablar de alguien con una sensibilidad y pasión tan grandes que no están en la misma frecuencia que las del resto de la gente.
Desde el primer momento no me gustó, pero entonces inició en mí una cadena de pensamientos y sentimientos movidos por la gran carga que entrega Arrabal en cada una de sus obras. En todo caso, no pasó desapercibida. Me impactó y considero que con una obra de arte eso es de lo más importante.
Desde hace muchos años, he encontrado que algunos de los aspectos más “normales” en la sociedad en general me parecen sin sentido. La cosa es que contrario a Arrabal, hasta ahora no he podido vomitarlo de la manera como él lo ha hecho. Se han acumulado dentro de mí por muchos años. Y desde que soy relativamente consciente de eso de alguna forma he tratado de sacarlos, y lo he hecho, pero no como lo sueño. De todas maneras, creo que el camino que me queda es largo y todavía tengo tiempo de hacerlo; porque constantemente vienen a mi cabeza recuerdos de momentos en los que me han marcado y que cuando llegan dentro de mí todo se revuelve. El problema es que a veces no encuentro la manera de cagarme en eso como debería.
Evidentemente y como ya lo había dicho antes, la obra de Arrabal se basa en sus momentos más impactantes. Mejor dicho en sus pasiones y con esta palabra no me refiero particularmente a sus gustos, sino a aquello que internamente más lo ha removido.
Obras tan absurdas como las de Arrabal, sólo pueden ser producto de alguien completamente observador. De un observador de la vida, del tiempo y conocedor de aquello que más tiene influencia en el mundo en el que se vive. Partiendo de ahí, no antes, puede conocer el funcionamiento de cada cosa para así poderla desbaratar y volverla a armar a su manera; la arrabaliana, sería la honesta, la de las no mentiras.
Sobre los lugares llamados “colegios”
En el caso de Arrabal, es importante notar que aquello que destroza es probablemente aquello de lo que más conoce. Pues bien, si pretendo hablar de mi experiencia lo mejor que puedo decir es que creo que eso me sucede con los colegios en Bogotá. Después de haber causado ciertos revuelos en una larga lista de “instituciones” y de haber analizado tal situación a medida que pasaba el tiempo, me siento en capacidad de contar las conclusiones que he sacado.
Hasta ahora, la cobardía me ha ganado muchas veces, pero cuando a uno algo le hierve por dentro, se llega a un momento en el que eso explota y la cobardía se desvanece. La pasión encuentra sus formas de hacerse camino hacia el exterior. Y lo que me parece maravilloso de Arrabal, es lo que ha generado en mí a partir de lo mucho que me ha disgustado parte de su obra. Tal vez si hubiera sido algo de mi gusto que no me choque como esto, no estaría ahora escribiendo así con torpeza y sinceridad, sino haciendo un análisis relativamente superficial de las películas vistas. Por ahora lo único que me resta es hablar de mi propia experiencia. Hacer mi propio exorcismo.
Habiendo sido desde pequeña una de las mejores alumnas académicamente y una de las regulares en disciplina, me harté de los colegios desde casi la misma fecha. Al graduarme, tenía en mi lista ocho colegios en los cuales nunca había estado realmente contenta. Todos me parecían de lo más ridículo que se han inventado. La verdad es que todavía, ahora que ya no tengo ningún contacto con ellos, casi todos los colegios me siguen pareciendo estúpidos. Falsos. Llenos de basura y de agujeros. Si como Arrabal, yo dijera en qué me cago, bueno pues me cago en los colegios y no cambiaría ni omitiría ninguna de sus letras. Aunque verdaderamente no es en los colegios mismos, sino más bien en el sistema educativo tan sin sentido, tan absurdo que hay, por lo menos acá en Colombia.
En el momento planetario actual, todo se revuelve, todo se confunde, todo pierde su valor inicial y se borra de la memoria. A mi parecer, la verdadera misión de los colegios no es más que incentivar la libertad y la expresión en los niños, pero su efecto es completamente contrario. Claro que al basar todo el sistema de vida en la velocidad y el “éxito”, no hay más que esperar semejante situación de los lugares donde se educa a la gente prácticamente desde que nace. Claro que, en medio de todo son coherentes; estos lugares están llenos escritos (como la “misión” y “visión”) que como Cantinflas no dicen nada y exactamente lo mismo pasa en su cotidianidad: nada. Eso es algo para resaltar, porque qué más importante que ser consecuente, no?
Los colegios para mí, son las tijeras más grandes, potentes y en cierto modo implícitas que hay ahora. Lo peor de todo es que no están afiladas, porque tratan de cortar pero con cada corte hacen más daño y dejan lastimado al sujeto. En este momento, no encuentro posible convivir con ese tipo de vida, que además creo después de una corta experiencia, que se tiende a extender hacia las universidades grandes, pero esa es otra rama lo bastante extensa como para darle relevancia por sí sola.
Arrabal vive tranquilo, eso me parece su mirada. Para eso no veo otra explicación que su misma obra y el hecho de haberla usado tan fuertemente para vomitar todo aquello que tenía guardado.
Los colegios, llenos de limitaciones estúpidas, imponen no proponen un tratamiento de este tipo para los jóvenes a quienes parecieran introducirles esta clase de no – información en el cerebro como quien pega un documento en un disco duro. Lo peor, es que con cada año que pasa la cosa es más grave, porque a nadie (muy muy pocos) pareciera molestar. Como si nadie sintiera el peso del automatismo en sus morrales de rueditas.
Por mi parte y aún sin saber por qué, siempre caí en cursos no muy queridos por profesores y directores. Y por lo mismo, fui testigo de grandes y ridículas injusticias llenas de nada, sólo de mentiras.
Pero bueno, al escribir esto me he llenado de cierto valor, de ese algo que hace que ya no pueda tener para mí sola lo que he vivido y me hace arriesgarme a escribir algo que al empezar esto no me sentía capaz de hacer.
La siguiente, no es más que una escena real, absurda y desde mí sentir, mutiladora del ser humano. Desde ahora pido perdón, pues la esencia de esta escena está en lo verdadera que es, ya que prácticamente como se escribe fue que sucedió. Es más bien como una memoria, un documento de algo que no se me ha borrado y que por el contrario, cada día me parece más vívido en mi mente. Sin embargo, no fue un caso que me sucedió a mí directamente, sino a compañeros y personas con las que estuve en el mismo ambiente. Claro que es casi como si yo hubiera sido la protagonista, pues son tantas las historias que tengo acerca de eso que ya no sé muy bien cuáles viví yo en persona y cuáles no. Creo que estas escenas son de las más absurdas que he presenciado, de las que más me han impactado. Son absurdamente reales, como la que decidí escribir. Lo único, es que es escrita a través mío, a través de mi filtro; yo que he visto ese sistema desde hace tanto tiempo como algo estúpido y lleno de historias, ahora yo soy la que la escribe desde lo que soy yo.
¿Qué tan aburrida pueda ser al leerse? La verdad no sé y creo que su mayor valor no reside ahí sino en las razones que con tanta rabia en mi corazón ya he descrito. Creo que tal como lo he percibido en Arrabal, ahora yo necesito hacer ese exorcismo. Exorcismo de algo que ha estado hirviendo en mí durante ya mucho tiempo para seguir guardado.
De la obra de Arrabal, en realidad no conozco tanto como siento que debería para hablar sobre él de cierta manera, así que por lo mismo no puedo decir que mis escritos tienen directa influencia de su “pánico” o de su “absurdo”. Sólo sé, que Arrabal como nadie me ha causado una gran remoción y que el resultado de mis escritos no es más que lo digerido e instintivamente vomitado a partir de él..."